Hay viajes en que uno no percibe la dimensión y dificultades del viaje hasta que son viajados, hasta que son vividos, de Guatemala tengo un especial cariño, no quizás por lo fotográfico, sino mas bien por la aventura del trayecto y las experiencias vividas con los indígenas, y en especial después de la lectura del libro “Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia”, de la Premiada con el Nóbel de la Paz en el 92; Rigoberta Menchú, de lectura indispensable para todo aquel que quiera conocer el país y su pasado, en mi dejo una profunda huella y un gran respeto frente al mundo indígena, tanto del centro, del sur del continente Americano como del norte, donde siempre se repitió la misma historia de colonialismo y genocidio. Gracias Rigoberta por aprender la lengua del opresor para utilizarla contra él.
Rigoberta Menchú (Mensajera de la Paz - Conferencia 1992 Murcia),
Guatemala 1990
A Guatemala viaje con mi querida amiga Ana desde L.A., podría enmarcarse en el viaje dentro del viaje, disponíamos de algo mas de dos semanas antes de que ella retomara su trabajo como profesora en un colegio de L.A., con el mapa y algunos itinerarios que nos sugirió nuestro amigo Javier nos embarcamos en esta pequeña gran aventura. Nada mas aterrizar en Ciudad de Guatemala, alquilamos un Suzuki Santana 4x4 que sería nuestro fiel compañero, y salimos corriendo hacia Antigua Guatemala, antigua capital del país, una ciudad muy linda, con una marcada arquitectura colonial, colorista, tranquila y turística, perfecta para nuestro primer día de contacto, nuestra idea era estirar lo mas posible las semanas que disponíamos, y en Antigua, contrastando con la gente local nos sugirieron un par de rutas para llegar hasta el Tikal (Norte), optando finalmente por la del interior, pasando por la región del Quiche.
En nuestra segunda etapa ascendimos hacia el noroeste hasta Panajachel, puerto de embarque en el Lago Atitlán, fue como sumergirse en un sueño, el lago del los volcanes, embarcamos hacia San Pedro y Santiago de Atitlán, un trayecto precioso, unos días de compartir con los locales, y también descubrir que las iglesias evangelistas proliferaban como los champiñones.
Ya de vuelta a Panajachel, conducimos nuestro coche aparcado hasta Chichicastenango, otra de las etapas interesantes, donde pudimos ver algunas de las manifestaciones religioso-chamanicas en los soportales de la iglesia, pero nuestro interés estaba mas al norte, alejado como siempre de las ciudades, emblemáticas.
Salimos de Chichicastenango rumbo norte, nuestra aventura solo acababa de empezar, ya le tenia pillado el tranquillo al 4x4 y su holgura del volante, mi copiloto Ana, mapa en mano guiaba nuestro camino, Guatemala es tupida, montañosa y a veces estrecha con muy poca perspectiva, y encima la época de lluvias todavía no daba a su fin, pero con las cuatro ruedas activadas nuestra ascensión hacia el Quiche, fue toda un prueba de rally, la pista de repente desaparecía y se convertía en un gran charco imprevisible, y con alto riesgo de quedar embarrados, pero como un valiente nuestro pequeño 4x4, nos saco de todos los barrizales, no sin dar algún que otro patinazo, de repente en los barrancos encontrarse con algún camióncete en sentido contrario se convertía en toda una peripecia de maniobras para cruzarnos en nuestro camino, sin que se despeñara por aquellos barrancos algunos de los trasportes. El país en aquellos momentos se suponía tranquilo, aunque las elecciones estaban a pocos días de celebrarse en todo el país, conforme ascendíamos mas al norte, los controles de policía en algunos poblados se sucedían, el ambiente era mas denso, la bruma también, pero los sonidos de Bob Marley que suspiraba la cassette de nuestro 4x4 hacia mas llevadero el traqueteo de la carretera.
Llegados a Nebaj, discurrimos varios días por los alrededores, Chapul, y San Juan de Costal, sentí mas tarde no disponer de más tiempo, para conocer mejor a las gentes que nos habrían sus casas, nos enseñaban sus huertos y sus técnicas de telar el Güipil (vestido tradicional indígena), con los colores del Quetzal (ave símbolo del país), de compartir un plato más de frijoles con tortitas.
El tiempo discurría rápido al son son del Santana 4x4, nos quedaba poco mas de una semana, y dos etapas hasta el Tikal, y poco mas para regresar, así que nos dimos un tute largo hasta Flores, puertas del parque nacional del Tikal y centro de la Cultura Maya, recuerdo que llegamos anocheciendo al parque, y que nuestra emoción y cansancio nos podia, pero decidimos adentrarnos para nuestra primera toma de contacto con las ruinas Mayas, y conforme nos adentramos la noche se hacia mas espesa como la selva que la rodea, la actividad animal se incrementa a esas horas y los sonidos que nos llegaban de sus profundidades nos sobrecogían, hacían mas emocionante aquel momento iluminado con el haz de una linterna, cuando vislumbramos las primeras ruinas, las primeras piedras cargadas de historia, nos emocionamos y decidimos volvernos corriendo antes de que los animales salvajes, el puma sagrado nos engullese.
Al próximo día con las primeras luces cubiertas de la mañana, nos adentramos de nuevo en la selva del parque para escalar la mas alta de las pirámides Mayas oculta, engullida por la selva, donde se puede tocar el cielo por encima de las copas de la foresta, escuchar el sonido de Macacos, y las aves de la mañana.
Rumbo al sur y antes de embarcarnos en nuestro vuelo de vuelta, hicimos dos paradas, una corta en el camping mas hippy que he conocido, precioso camping Isobel, en Poptúm, terminando en Livingston, la Guatemala mas Africana en el pequeño trocito de caribe de la que dispone este país, y ultimo reducto de los descendientes de los esclavos africanos que llegaron de la mano de nuestros antepasados y del trafico de seres humanos.
Nuestros días por Guatemala tocaron a su fin, intensos, quizás rápidos, pero el viaje todavía no había terminado, quedaban días de asimilar, releer y revivir la intensidad de aquella experiencia.
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