Mi primer contacto con el graffiti lo tuve el año 1987, cuando andaba por Madrid, las primeras plantillas o firmas que me llamaron la atención fueron las de Muelle, pionero y todo un referente del graffiti Español, el muelle viajaba, porque cuando regresaba por Alicante, el muelle me perseguía o yo a el, al poco tiempo en la 2 en un programa de la Chamorro “La edad de oro” , descubrí a keith Haring, personaje que me fascino, y el arte que regalaba en las esquinas, en vallas del metro, su primitivismo, los bebes radiantes de la calle, fue en mi viaje a NYC en el 90, cuando perseguí sus pistas y halle sus huellas. Todo lo demás… la juventud… el amor en los 90´s ..
CAN FORMIGA relato de JAVIER SANTOS ASENSI

Quizás haya que remontarse a un viaje suyo a los Estados Unidos. En todo caso, allí lo conocí. Fue otro de mis buenos amigos, Elías Demora, diplomático por aflicción y en tránsito en Los Ángeles, pidiéndome que lo alojara por unos días. “Un tío estupendo, un vividor de buenas costumbres y mejores viajes, un artista en ciernes”. Una joya, vamos, así de lisonjero era el bueno de Elías. “Tú verás. Trátalo bien, que yo me tengo que volver a Washington”.
Primero en Los Ángeles, y luego en Nueva York quedó impresionado por los improvisados paisajes de graffiti y cemento; y en ellos, tatuados, los más alucinantes códigos de amor y violencia. Leía ávido y sorprendido la identidad, recatada a los trazos y manchurrones, de miles de negros y latinos, graffiteros incorregibles, que hacían del aerosol un lenguaje donde el color, pero también el calor, m´brother, se repetía marcando territorialmente los límites del barrio y de sus vidas.
Tengo entendido que sus paseos por el Soho y el Village neoyorquino terminaron por arrastrarlo al Pop Shop en la Fayette St., ese rincón mágico, ese microcosmos freaky y entrañable donde permanentemente se recuerda la meteórica ascensión del que quizás sea, años después de su muerte victima del SIDA, el mas reconocido de los concha-jode-paredes que produjo la urbe madre de Nueva York: Keith Harring

Escaleras sin retorno, algo de todo aquello se le coló en el ánimo pues, cuando cruzó de nuevo y de vuelta al Atlántico, me temo que ya miles de hormigas prehistóricas le hervían en la sangre. Como hubiese dicho García Lorca, poeta en Nueva York: “Ya vienen las hormigas, ya llegan desde los hormigueros del alba”. De vuelta al pueblo, le consumía el aburrimiento; el trabajo acumulado más que ayudar deprimía cualquier despunte de creatividad. Peor todavía, le dio por echarle vuelos al corazón y el amor, por andar jugando a tres en raya, le acabó jugando triquiñuelas a la razón.
En fin, que las semanas eran vanos en el tiempo y que él, jarto ya de estar jarto, una noche sin luna, armado aerosoles y plantillas (y además enamorado), decidió echarse a la calle y emular en el pueble el color con el que morenos y latinos habían lustrado los más sórdidos callejones americanos. Primero buscó las rutas de ella, su enamorada; las primeras columnas de hormigas desfilaron del casino a la Travessía, de allí al campo de fútbol y, como una súplica, por si ese fin de semana ella se largaba a la capital, en los viñedos, o en los puentes de la autoría. “Ya te quiero”, rezaba su primera oración graffitera, con pulso más bien frágil y talante ingenuo.
A la proclama no tardaron en acudir nuevas cordadas de hormigas. Pero la interesada, es decir, la enamorada, o bien se hacia la sueca, o no se quería dar por enterada así que él, armado de una tristeza valiente, insistió y siguió saliendo a la calle, embozado en su clandestino arrebato, decidido a que las hormigas contaran sus arrestos de amor descalabrado. Noche sí y la siguiente también, jugando al escondite con los municipales, su lamento empezó a alegrar los muros hasta ahora olvidados o intransitados del pueblo: el solar vacío de los Astures, la esquina del mercado con Colón, la Cruz de los Caídos, los jardines del Casino, Jaume II, Santa Rosalia y, por si acaso, en los Desamparados.
“También yo quisiera haber sido cigarra”, se quejaba desde su pintada una hormiga reina (todavía con las alas de pintura fresca), cansada quizás del trajín de todas las noches. Las filás se deslizaban anónimas acarreando cien veces su peso en migajas de anticipación: ella, sus manos, su boca, su cuerpo por devenir, “¿Cuándo me querrás?, ¿Cuándo serás mi reina?”, y sentía él ese hormigueo ya del deseo mientras se deslizaba invisible de vuelta a casa a las tantas de la mañana.






(El relato Can Formiga forma parte de nuestra primera gran colaboración para la colección de autoeditores “La ultima canana de pancho villa”)
Ahora las hecho de menos, eran parte de la estética de nuestra geografía urbana, esto sí es auténtico "ART AL CARRER", siempre quise saber quien era el autor... es lo de menos, sé que es un artista que ha sabido elegir el mejor museo, la mejor galería, y tu trabajo: el mejor documemto gráfico, ¿qué sería del LAND ART sin la fotografía? Haring hasta de su vida, tan breve, hizo arte efímero, suerte tuvo ser reconocido al final, lo que no consigan las modas...
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