miércoles, 19 de septiembre de 2012

XLIX 1990´s Malí (West Africa) 3.3 - Viajes





Malí


3.3  Las otras caras del hambre



A veces me pregunto por que sigo fotografiando ¿qué es lo que busco?, ¿qué sentido, por ejemplo, tienen estas imágenes?, ¿son espejos, o quizás espejismos? Sé que en mis fotos no hay denuncia, al menos entendida en un sentido clásico. Mi mundo, el mundo de mis viajes y de mis imágenes es África, como lo fueron Asia o Centroamérica,. Malí, Guatemala o Viet-nam.

Un mundo de carencias, de emociones, de lucha por la supervivencia, un mundo sin luz ni colores, a tenor de la información que nos llega. Es así y no lo es. Todo depende del ángulo que escojamos, de la lente o el diafragma seleccionado; pero también del corazón al otro lado de los espejos. Según se mire.
  

No se puede decir que en mis fotografías haya rastreado las rutas del hambre y la privación. No me entretengo, morbosamente en la aflicción, en la pérdida o en el dolor. Ahí están. Existen. Quizás más expuestos; digamos que una pobreza más vistosa, más exótica. Pero no deja de ser una necesidad, una insuficiencia definida con criterios occidentales, los mismos que nos ciegan de vanidad para impedir que nos sintamos cómplices y sujetos a otro tipo de carencias y estrécheles, más sutiles, más inconfesables, pero no por ello menos ciertas. La miseria, la mezquindad o la poquedad no nos son tan ajenas como nos figuramos a este lado de las fronteras del desarrollo. Según se mire.
  


Y es que creo que en la belleza, en la serenidad de estas imágenes, mucho más allá de los estereotipos de la miseria, va implícita la más dura de las denuncias. Esta es la verdadera África, hacendosa y esperanzada; éste es el Malí tenaz y obstinado ante las leyes de los adverso. En mis fotografías se atisba el más emocionado y amenazado de los paisajes africanos: la vasta extensión humana de sus habitantes, sometidos a veces por la ceguera de sus propios dirigentes, otras por la avaricia de las grandes corporaciones multinacionales, y en no pocas ocasiones, por la adversidad natural. No dudo en enfrentar directamente a la cámara a los personajes que se me cruzan. Ellos son los auténticos protagonistas de mis viajes.  Ellos y la luz, que da volumen a su expresión textura a su piel y relevancia a sus sentimientos. Muy lejos del Nuevo Orden Mundial quedan los bailes exultantes y coloristas de los Dogón y los Bambara; los rituales nómadas de los Peules o los días de Níger entre los Bozo. 

 Ante mis lentes discurre el universo cotidiano de hombres y mujeres que trabajan, sueñan, rezan y aman hermanados con la tierra y el agua. Hombres y mujeres de risa fácil, que aciertan a recordarme que estoy vivo, que las emociones existen más allá de los muros rígidos, de la cacofonía de desencuentros de nuestros paraísos occidentales. Hombres y mujeres de extraordinaria sencillez, que me han enseñado no sólo las otras caras del hambre, sino además a vivir un tiempo diferente, casi físico, lento e intenso, donde siempre cabe mucho más de uno mismo.

































 















































































































































































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