3.5 Madagascar - Un crisol de pueblos
¿Cuándo y cómo se pobló Madagascar? La escasez de documentación escrita que haga referencia a la isla en el primer milenio de nuestra era y las insuficientes excavaciones arqueológicas realizadas en las costas malgaches y africanas siguen dejando las respuestas en el plano de la hipótesis, más o menos razonables pero que no excluyen futuros imprevistos. Hasta la independencia, en 1960, la teoría más en boga fue la de Grandalier, un naturalista influido hasta el tuétano por la jerarquía de las razas en el sistema colonial: los malgaches pertenecían al grupo malayo-polinésico y los individuos negros o de rasgos africanos eran descendientes de esclavos. Capturados en África oriental o incorporados por los navegantes indonesios a su paso por el sur de la India. En cualquier caso. El elemento negro, representante del eslabón inferior de la humanidad, tenía que ser secundario, más tardío y subordinado socialmente.
Así, durante más de medio siglo, las posiciones de Ferrand, favorable a considerar un doblamiento mixto y equilibrado a cargo de negroafricanos y malayos, tuvieron escaso predicamento. Ya en los años setenta el norteamericano Kent retomó la pista africana, señalando que tanto en lo físico como en lo cultural la presencia bantú puede detectarse incluso en los orígenes de las sociedades malgaches. Hoy la polémica ha reaparecido y, con prudencia aristotélica de un justo medio, los investigadores se inclinan por una participación fundacional de ambos grupos, pero marcando el predominio de los rasgos culturales indonesios.
La lengua de los malgaches, aunque
incorporando centenares de vocablos africanos y apoyando sus terminaciones
consonánticas en una vocal, como el bantú, pertenece sin la menor duda a la
familia austronesia en la que se encuadran los idiomas malayo-polinesios y más
exactamente, posee un parentesco estrecho con el maanjan del sudeste de Borneo, tal como señaló el noruego Dahl. Las
decenas de palabras indias parecen proceder del pakrit de los comerciantes del sur indio que operaban intensamente
en Indonesia desde los primeros siglos de nuestra era, pero no afectan al
vocabulario religioso y político, lo cual prueba que los emigrantes salieron de
Borneo antes del siglo X, cuando ya la influencia india era intensa en todas
las islas de Malasia.
Las rutas comerciales que enlazaban el Indostaní con ambos extremos del océano Índico aprovechando los monzones eran frecuentadas desde mucho antes que un anónimo piloto alejandrino, a inicios del siglo I, escribiera su detallado Periplo de la Mar Eritrea. Ignoramos si los navegantes malayos de Borneo, por azar o deliberadamente, bogaron desde su archipiélago hasta las costas africanas o lo hicieron tras efectuar escala en el sur indio y las islas Maldivas, pero lo cierto es que textos árabes de los siglos X y XIII hablan de ataques indonesios-gentes de Waqwaq_ a Adén y Zanzíbar o Bemba, en la costa oriental africana. En algún momento, entre el 400 y el 800 de nuestra era, algunas colonias indonesias se consolidaron en Madagascar, también llamada Qomr por los árabes o, significativamente, el Waqwaq occidental -¿transcripción del vocablo austronesio vahoaka, que significa pueblo?
Pero fue ne los mismos períodos cuando los
grupos de lengua bantú controlaron las
costas orientales del continente africano, desarrolando la metalurgia del
hierro, adoptando la ganadería de los pueblos nilóticos e iniciándose en la
pesca y el comercio en contacto con sudarábigos y persas. La llamada cultura
urbana de Shanga, en el 600 d.C., se despliega en Dembeni dos siglos máss
tarde, en el archipiélago de las Comores (entre Mozambique y Madagascar) y
alcanza, en Irodo, el norte de la gran isla de Qomr o Waqwaq occidental. Contra
el tópico tenaz, los bantú de Dembeni navegaban y comerciaban, como una
avanzadilla de los suahili. Allí, en el norte malgache, las colonias indonesia
y bantú debieron iniciar un rápido proceso de intercambio hasta su fusión en
una peculiar cultura, como señalaba recientemente Vérin.
La isla carece, por ahora, de yacimientos arqueológicos anteriores al siblo VIII, y tampoco hay pruebas de asentamientos indonesios previos en las costas africanas. Sin embargo, la amalgama de los dos grupos debió ser intensa, porque para gran sorpresa de los biólogos, la población de la meseta central cuyo aspecto es mayoritariamente asiático, posee más afinidades sanguíneas con los habitantes de Mozambique que con los de Indonesia, mientras que los malgaches de la costa, de apariencia más africana, so se hallan tan alejados de los asiáticos. El dato más relevante, cultural y político, fue el paso del bilingüismo al uso único de la lengua asutronésica que hoy conocemos por malgache. Al arroz y el banano asiáticos se añadieron el sorgo y el buey africanos, y a la organización básica en foko de tipo malayo se incorporó, siglos más tarde, una institución monárquica con coincidencias notables en el este africano.
Durante cientos de años, los malgaches
septentrionales se expandieron por las costas de la gran isla, sin penetrar de
forma importante en las alturas centrales, en la que hoy viven pueblos merina y betsileo. Pronto surgieron activas escalas comerciales: en el
nordeste junto al actuar Vohemar, en el noroeste en las bahías de las modernas
Nosy Be y Majunga, en el sudeste en la región de Tolanharo o Fort Dauphin.
Exportaban arroz y carne hacia los puertos suahili de Mozambique, hierro, oro y
recipientes de cloritoesquisto hacia las ciudades de Kilwa,
Mombasa o Mogadiscio. Importaban tejidos y cuentas de vidrio de la india
Cambaya, porcelanas de China y monedas de plata. Poco a poco, hasta el 1500,
los mercaderes suahili se establecieron en las pequeñas islas adyacentes,
estimulando los intercambios y monopolizando una navegación que los malgaches
fueron abandonando. Al llegar a sus costas, los portugueses distinguieron a los
suahili –negros islamizados- de los malgaches –oscuros y paganos- con los nombres
de cafres y buques, separados por lengua e incluso armamento.
A finales de 1506 los portugueses se limitaron a esporádicos contactos comerciales o de pirateo con sus pobladores. Los núcleos suahili no desaparecieron, pero quedaron gravemente debilitados, justo cuando en las sociedades malgaches aparecían las primeras monárquias de gran pujanza militar: en el sur se formaron los reinos mahafaly, en el oeste los dos estados sakalava y en el sudeste su multiplicaron pequeños reinos de innegable prosperidad pecuaria y comercial. Simultáneamente, las sociedades ya establecidas en la meseta central entraron en un largo proceso de guerras señoriales, cuyos vestigios son las ciclópeas fortalezas –conocidas como rova- que dominan las cumbres del Imérina.
Todas estas convulsiones sociales facilitaron la exportación de un nuevo producto: los esclavos que holandeses, franceses e ingleses buscaron con insistencia durante el siglo XVIII, formándose incluso núcleos malgaches entre los esclavos cimarrones de la lejana Jamaica.
Vendiendo esclavos a los mercaderes europeos, el nuevo reino del centro logró la hegemonía gracias a sus importaciones en armas de fuego, de modo que Radaza I, sucesor de Andrianampoinimerina, rebautizó sus extensos dominios con el nombre de Reino de Madagascar. Todo el siglo XIX se vio marcado por la acción conquistadora interior por la diplomacia del reino merina en el exterior, hasta el ataque francés que en 1886 depuso y deportó a la reina Ranavalona III.
El régimen de frente socialista que ha presidido Didier Ratsikara –otro costero- desde 1975, ha tratado incluso en su estructura institucional de articular a las diversas regiones históricas del mundo malgache. Con todo, la tensión entre las llamadas etnias centrales y las periféricas o costeras no ha cesado de aumentar, en buena medida azuzada por la grave crisis económica y política que vive el país en la última década, pero sobre todo porque cada antigua zona política malgache guarda celosamente su identidad particular. Texto: Ferran Iniesta, Altaïr Nº4, Primavera 1992, Oasis S.L.