Madagascar
2.5 TANA
Como todo en Madagascar, Antananarivo es
diferente. No existen bloques de rascacielos al estilo occidental como en la
mayoría de capitales del Tercer Mundo. TANA ha conservado se carácter y sigue
siendo la ciudad merina fundada por el rey Andrianpoinimerina hacia el final
del siglo XVIII. El monarca construyó su palacio en la cima de la colina más
alta, y los súbditos esparcieron sus casas por las laderas. Siguen allí, casas
típicamente merinas de barro rojo, con alerones en pendiente y estrechos pilares
que soportan los balcones, amontonados una sobre otra y conectadas por
escaleras y callejones laberínticos. El perfil de la ciudad está dominado por
las iglesias. Algunas son el legado de la Sociedad Misionera
de Londres, que construyó enérgicamente lugares de culto para sus conversos a
la vez que introducía la industria ligera y la palabra escrita en Madagascar,
los templos católicos fueron añadidos durante el periodo colonial francés. El
legado galo perdura en algunos edificios magníficamente fuera de contexto –
como la espléndida estación de tren-, y en la sabrosa comida.
En la capital coexisten dos niveles: la ciudad
alta y la ciudad baja, y sus escasas calles suelen estar congestionadas por el
tráfico. Vendedores de flores y frutas entran y salen de vehículos
estacionados, o montan sus paradas a lo largo de la carretera. El más de millón
y medio de personas que aquí viven parecen concentrarse en la ciudad baja los
viernes. Es el día del Zoma (mercado). Ha cambiado poco durante los últimos
cien años. En 1883 un misionero escribió: “Todas las carreteras principales
están abarrotadas de gentes que han traído
sus mercancías para venderlas…. Y el zumbido de sus voces se puede oír
hasta una considerable distancia. Aquí se puede conseguir todo lo que se cultiva
o fabrica en las provincias interiores. Ningún otro lugar proporciona una idea
más fiel de la riqueza del país o de la destreza malgache en la artesanía que
este gran mercado de Zoma. Ciertamente es una de las curiosidades más
interesantes de Tanarive”.
Textos: Hilary
Bradt, Altaïr Nº4, Primavera
1992, Oasis S.L.
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