4.5 Madagascar - Culto a los
Ancestros
Los Ritos funerarios constituyen un acontecimiento esencial en la vida malgache. Hombres venidos de diferentes orillas del océano Índico, pero sobre todo de Insulindia, crearon en Madagascar una civilización criolla avant la lettre. La religión malgache tradicional, dentro de las diferentes regiones de la isla, es como un poso transparente de los elementos de culto de los ancestros del este de África e Indonesia, combinados con el Dios único del Islam e incluso con los dioses indoeuropeos, según P. Ottino. Sin embargo, la religión malgache expresas fundamentalmente una visión ternaria del universo heredado del dominio austronesio. El universo se compone de tres mundos, asociados a tres colores: rojo (cielo), mundo de los vivos y mundo inferior; negro (tierra) y blanco (agua). En el mundo superior del cielo se asienta el “Dios creador” Zanahary, a la vez uno y múltiple, que lleva sobre las Tierras Altas el nombre de Andriamanitra, “Señor perfumado”. El mundo inferior es la morada de los espíritus, almas de los muertos de la naturaleza (que J. Faublée llama de forma bella “espíritus de la vida”), al que se oponen espíritus del sol relacionados con los grupos autóctonos y los espíritus de las aguas asociados a los aristócratas. Sobre los caminos, entre los diferentes mundos, se abren “puertas”: claridad en un bosque profundo, lago donde se bañan las “princesas del cielo”, remolino de agua del que emergen ondinas, “princesas de las aguas” y tumbas edificadas por los vivos.
Los Ancestros y los vivos
La sociedad malgache vive bajo la sombra de
los ancestros. Se espera su bendición, y se cree e su cólera. En la relación de
vivos e invisibles, un hombre ostenta un lugar privilegiado: el
adivino-curandero ombiasy, que conoce
las cosas mediante el sistema de adivinación por la disposición de los granos o
par la arena, la astrología y la ciencia de los “presagios”. A él le
corresponde descubrir el origen de un desorden cósmico y social en el que la
enfermedad es una de las manifestaciones posibles. Una falta, la violación de
una prohibición, provoca un fulminante castigo del culpable y, a veces, también
de su familia.
Especialista de hasina (poder sagrado de origen divino) cerca de los jefes, el
adivino-curandero es el organizador de los rituales y talismanes que actúan
sobre el orden del mundo. Para implorar el perdón de los ancestros o solicitar
sus favores, los malgaches realizan ofrendas en el interior de la casa (arroz,
miel, ron, en el extremo noreste de las tierras Altas centrales), sobre las
tumbas, al pie de las piedras sagradas… Cuando el ritual debe afectar a la familia
o al clan en su conjunto, un anciano cumple una “aspersión” (fafy) con ron o sangre de cebú,
sacrificado cerca de la casa del jefe, a veces en los postes ancestrales:
postes horcados de los hetsimisaraka, evocando los cuernos del cebú, postes
“afilados” de los mahafaly (la
“madera sagrada” hazomanga) o de los
tanala… El oficiante invoca antes que nada a la divinidad o divinidades,
después a los ancestros, y al final a la “tierra santa”, los espíritus del sol
“maestros de la tierra”, que el Islam y el cristianismo tienden a borrar de los
rituales. La consagración de una casa colectiva o de una tumba, la
entronización de un jefe, una circuncisión, se solicitan por la invocación y
las ofrendas – arroz, carne de cebú y aguamiel en los territorios tanala de Ikongo, sustancias
relacionadas respectivamente con los tres mundos del universo – que acompaña el
descenso de hasina sobre los vivos.
Los ancestros se manifiestan “directamente” en
el mundo de los vivos por medio de los sueños, que los adivinos-curanderos se
encargan de traducir En las Tierras Altas centrales, cuando un ancestro se
presenta a uno de sus descendientes, los parientes se reúnen un día elegido por
el adivino para la ceremonia de famadihana,
el “retorno de los muertos” Ellos exhuman el cuerpo de la tumba y los envuelven
con nuevos lienzos. Este ritual es hoy, en esa región de la isla, la señal más
visible de lo que se acostumbra a llamar, de manera poco satisfactoria, el
“culto a los ancestros”. El desarrollo de famadiana,
que existe de hecho en varias formas, es quizá reciente: los antiguos viajeros
pasan silenciosamente. La ceremonia, en el curso de la cual los vivos se
comunican con sus muertos, está marcada por los sacrificios de cebús y las
libaciones y se desarrolla en una atmósfera de fiesta, con cantos y danzas (de
los descendientes pero también de profesionales). La famadihana implica un reconocimiento de la comunidad de los
ancestros por los vivos y una afirmación de los lazos de parentesco. Por el
ritual, los vivos reactivan e intentan captar el flujo vital que emana de los
ancestros, a los que imploran la bendición, si, por ejemplo, sus mujeres no ha
tenido niños y se disputan las alfombres sobres las que fueron depositados los
muertos, símbolos de fecundidad. Por la tarde, se coloca de nuevo a los
ancestros en su mansión, y los ancianos apuntalan sobre ellos la puerta de
piedra de la tumba.
Texto: Philippe Beaujard, Altaïr Nº4, Primavera 1992, Oasis S.L.
Texto: Philippe Beaujard, Altaïr Nº4, Primavera 1992, Oasis S.L.
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